La monogamia no es siempre exclusiva, ni siquiera del ser humano, pues existen ciertas culturas que incluso fomentan la poligamia. También existen las personas que presentan lo que se conoce como monogamias en serie, ya que tienen relaciones intensas durante un determinado período de tiempo y que posteriormente son reemplazas por otras relaciones de intensidad similar con una nueva persona. Sin embargo, alrededor del cinco por ciento de los mamíferos, establecen relaciones monogámicas de larga duración (parejas heterosexuales). En los humanos, este tipo de vínculo también puede darse en parejas homosexuales.

En cambio, la oxitocina juega un papel importante en el establecimiento de los vínculos de pareja, en el caso de las hembras. El apareamiento estimula la liberación de este péptido. Un descenso en el nivel de oxitocina frena la formación de los vínculos de pareja.
En cuanto a los seres humanos, es muy probable que tanto la vasopresina como la oxitocina influyan en la formación de vínculos de pareja. Un buen ejemplo es que tras una relación sexual, momento en el que el nivel de oxitocina en sangre se ha elevado, las personas dicen sentir emociones de bienestar, calma y relajación, los cuales son sentimientos compatibles con la formación de vínculos de pareja. Aunque es muy difícil llevar a cabo investigaciones sobre este tema en humanos, se ha encontrado que la inyección de oxitocina produce sensación de relajación y reduce la ansiedad, además de aumentar la confianza.

En un segundo estudio, se encontró además que la oxitocina reducía la probabilidad de que los sujetos arriesgaran su dinero en un juego de inversión que no implicara a otras personas.
Carlson, N. (2010). Fundamentos de fisiología de la conducta.
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